Se dice cada vez con más frecuencia que “todo entra por los ojos”; lo escuchamos caminando por la calle, lo pensamos cuando vemos una forma cautivadora, lo sentimos cuando notamos en la vitrina esa prenda de vestir de nuestro color predilecto. Todo entra por los ojos y por medio de ellos nos llenamos de sensaciones y deseos. Gran parte de nuestra interacción con el mundo y, actualmente, con el mundo comercial está dada por las impresiones inmediatas que tenemos por medio de la vista. Ésta es una reflexión que nos lleva a comprender la importancia y el impacto del campo visual frente a otros campos perceptivos del ser.
Poco a poco la imagen se convirtió en esa conciencia popular que, en menor o mayor grado, dependiendo del caso, dictamina parte de las acciones del transcurrir social de cada uno de nosotros. La imagen es el canal más inmediato para que apropiemos los productos y los hagamos nuestros.
Por otro lado, desde el lado del emprendedor, llega un momento donde nuestro proyecto comercial basado en aciertos y victorias decide crecer, ampliarse y habitar en un lugar donde la ciudad y los consumidores puedan concebirlo como un producto nuevo.
¿Cómo puedo aprovechar la premisa de que “todo entra por los ojos” para que mi producto y mi local lleguen al público y se queden en él?, esa es la pregunta primordial. Es la pregunta que nos lleva a poner en marcha un proyecto de diseño, y, asimismo, emprender un proyecto basado en decisiones estratégicas es el camino al éxito, presentando una propuesta novedosa y llena de atractivo.
El Concepto
El primer paso para poner en marcha el diseño de un local comercial es tener en claro lo que se quiere comunicar, qué es lo que el espacio va a decirles a los consumidores, qué les va a contar acerca de la empresa y del producto: ¿Qué concepto va a estructurar y será la base del diseño?, el concepto es la idea que revela nuestros objetivos como productores, es la idea que pone ante los ojos del consumidor las cualidades del producto y lo que queremos que nuestro público piense de él. Por ejemplo, si el producto es ropa deportiva, uno de los posibles conceptos sobre los que sustentarse es ejercitarse, un estilo de vida.
Una vez definido el concepto y que sabemos con certeza lo que queremos contarle al público, el local comercial aparece ante nuestros ojos como una revelación del espacio soñado para que nuestros productos sean puestos en el mercado. En este punto hay que tener en cuenta que, sea cual sea el concepto que queramos manejar, debe estar ligado a lograr en el consumidor una experiencia única que consiga que el espacio y el producto permanezcan en la memoria y los deseos de los visitantes. Lo que viene después del concepto es cuestión de estrategia.
La Estrategia
Hablar de estrategia es pensar en función de nuestro concepto, es disponer los elementos en el lugar ideal para llegar a nuestro cometido. Estos elementos, en especial, son: la Vitrina, el Producto, el Color, la Iluminación y abarcando todo, el Espacio.
La Vitrina es la bienvenida para el consumidor, allí se ubican los productos que serán insignia. Por supuesto, esto es una decisión muy personal de cada emprendedor, pero hay un punto en común que no se debe olvidar: “Menos es más”. No se debe saturar la vitrina con productos, esto hace que el consumidor se sienta inundado de información y confundido, pocos productos excelentemente presentados causarán un impacto mayor.
El Producto: siempre en el local deben estar presentados los productos con altos estándares de calidad; de nuevo acá aplica la premisa menos es más: presentar en góndola no más de 5 productos de las mismas características le da al consumidor una gran sensación de exclusividad. Los demás deben estar almacenados como producto en stock.
El Color: para entender cómo se maneja el color, debemos considerar los efectos que cada uno de ellos tiene en el consumidor. Parece difícil, y es una habilidad propia del diseño, sin embargo, puede lograrse de manera intuitiva. Los colores cálidos, que abarcan la paleta desde el rojo hasta el amarillo, son activadores emocionales, y usualmente se utilizan en espacios donde se quiere que el consumidor tenga menor tiempo de permanencia. Por otro lado, los colores fríos son los tonos que disminuyen la actividad, llevando a estados de calma. Estos son útiles para evocar estados de permanencia.
Sin embargo, esta clasificación nunca debe ser una camisa de fuerza, ya que los colores nos permiten explorar una infinidad de posibilidades. Hay que tener presente utilizar los colores corporativos, cuando recién se comienza con el nuevo proyecto. Esto refuerza el reconocimiento de la marca en el consumidor y puede ser un buen punto de partida al momento de tomar decisiones.
La Iluminación: modifica por completo el espacio. Hay dos tipos de iluminación básica: focal y general. La focal da protagonismo a los productos que se quieren resaltar, es muy útil en vitrinas y en góndolas grandes con productos insignia. Por otro lado, la iluminación ambiental es la que genera la atmosfera total del local. Una buena sincronía entre las dos puede hacer que el lugar se destaque frente a la competencia.
Por último, el Espacio en general. Una vez conjugados los elementos anteriores sólo no queda decir que uno de los requerimientos más importantes del local comercial es que el consumidor pueda recorrerlo libremente, que tenga el espacio suficiente para ver todos los productos, sintiéndose en total acceso de todo. Cuando hay bloqueos, cuando no se puede circular, el consumidor se va.
Teniendo en cuenta estos elementos básicos se pueden lograr espacios comerciales bien elaborados, que potencialicen los productos y queden en la memoria del mercado y del consumidor. Con buenas decisiones de diseño, ese lugar que concebimos en un principio va a estar materializado en el local comercial.-
Por Laura Melissa Jaramillo Rueda
Diseñadora Industrial
Directora del Área de Diseño de Estudio 3C
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