Por el ICEA (Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión)
Extraído de “Crisis económica (I): causas, pronósticos y respuestas oficiales” en la Gaceta sindical y económica del Periódico CNT nº350, noviembre 2008.
El origen primigenio de la crisis hemos de buscarlo en la propia dinámica de funcionamiento del sistema capitalista, que origina crisis periódicas a consecuencia del mecanismo cíclico que sigue en su evolución. En la que ahora nos ocupa concretamente, se registra una caída de la rentabilidad del capital productivo (es decir, no financiero) que estimula al capital a recurrir a otros ámbitos de actividad, en este caso las actividades financieras, con el fin de ganar esa rentabilidad perdida.
Como consecuencia de todo este proceso, ha tenido lugar un incremento notable de la inestabilidad económica internacional. Esto se debe a esa propagación de productos con alto riesgo pero cuya composición exacta era difícil de discernir en muchos casos. Al aumentar la falta de transparencia de los productos con que se negocia, aumenta la incertidumbre. Y en el momento en que los precios de las viviendas bajaron y los tipos de interés subieron, y por tanto, las personas con poca capacidad de pago que habían contratado las “hipotecas basura” dejaron de ser capaces de asumir los pagos que debían, la crisis se empezó a propagar. Entre 1998 y 2007 las deudas incobrables pasaron en Estados Unidos de 211.000 millones de dólares a 920.000 millones según datos de la Reserva Federal.
Los impagos hicieron que esos productos derivados no valieran nada, así que algunos bancos y entidades financieras se encontraron con más pérdidas que ganancias, entrando en bancarrota. El resto de bancos, conscientes como eran de que esos derivados estaban por toda la economía (dado que ellos mismos se habían estado beneficiando de ellos) temían prestar dinero tanto a personas, como empresas u otros bancos, y que éstos no fueran capaces de devolverlos. Esto ha hecho más difícil conseguir créditos para todo el mundo.
Al mismo tiempo, dentro de esa incesante búsqueda de nuevas inversiones rentables, algunas fracciones del capital financiero optaron por buscar nuevos espacios de ganancia. Como las burbujas inmobiliarias estaban empezando a estallar (en Estados Unidos, pero también en Reino Unido o España), llegó el momento de asaltar el mercado de materias primas. Y fue entonces cuando subieron los precios del petróleo o de los alimentos en todo el mundo. A lo que contribuyó también el habernos aproximado al cenit de la producción del petróleo o el aumento de la demanda por parte de otros países.
En consecuencia, los precios suben en la mayoría de los países. Dada la dependencia que tienen muchas economías (incluyendo Estados Unidos) del petróleo para funcionar, esos incrementos de precios se trasladaron a toda la economía. Y las subidas en los precios de los alimentos no hicieron sino agravar estas condiciones. Las autoridades monetarias, por ejemplo en Europa, para combatir esa nueva inflación decidieron subir los tipos de interés, puesto que al encarecer el precio del dinero en la economía, hay menos transacciones puesto que el dinero es necesario para que funcione. De esa forma se hace que los precios no crezcan tanto (puesto que se consume menos) y, de paso, se les conceden mayores remuneraciones a los propietarios del dinero (bancos y demás) para intentar que vuelvan a prestar dinero como antes. Pero como el dinero es más caro, otro efecto es que se invierte menos y que se crea menos empleo, además de subir los costes de las hipotecas, lo que genera de nuevo impagos y echa más leña al fuego de la crisis económica.
Enviado por Anarquismo y Organizaciones de Base
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